Julio Ghigliotty A sus 70 años de existencia, el Partido Popular Democrático me recuerda a Hamlet, el príncipe danés de la obra de William Shakespeare que, al enterarse del asesinato de su padre,se debate entre la acción que debe tomar vengarse o suicidarse. En el caso del PPD, claro está, la incertidumbre no es entre la venganza y el suicidio, sino sobre su definición política aceptar que el ELA sigue siendo una colonia de Estados Unidos y trabajar para obtener una verdadera soberanía o insistir en que el ELA representa una fórmula política autónoma no colonial que sólo necesita unos ajustes. El Partido Popular llega a esta encrucijada bastante maltrecho. Un partido que se forjó como instrumento para traer una verdadera justicia social (pan, tierra y libertad) a un pueblo sumido en la pobreza para la década de los años 60 se había convertido en una colectividad sin norte ideológico. Si bien mantuvieron el ideal de justicia social, lo limitaron a la búsqueda de un desarrollo económico basado en un proceso de industrialización rápida y de programas de bienestar social que, junto a una migración masiva de boricuas hacia Estados Unidos, creó una prosperidad artificial que alivió la pobreza del pueblo y calmó el malestar social que surge con la desigualdad extrema en la distribución de la riqueza en un país. El PPD comenzó a perder ese norte ideológico poco después de ganar el control de la Legislatura colonial en 1940 con un programa de gobierno que proclamaba que el status no está en issue pero que dejaba meridianamente claro que la solución del status político de Puerto Rico era la independencia. Ya para las elecciones de 1944 Luis Muñoz Marín eliminó la independencia como opción y un año después declaró incompatible el ser popular y pertenecer al Congreso Pro Independencia, un organismo creado por líderes populares para adelantar la independencia de Puerto Rico. Un grupo de estos líderes abandonó el PPD y fundó el Partido Independentista Puertorriqueño. En 1948, el Congreso estadounidense aprobó le ley que permitió al pueblo puertorriqueño elegir a su gobernador y Muñoz se convirtió en el primer gobernador electo de la Isla. Ese mismo año, la Legislatura colonial aprobó la infame Ley 53, mejor conocida como la Ley de la Mordaza. Ya Muñoz había iniciado discusiones en el Congreso para promover un cambio de status y en 1950 se aprobó la Ley 600, que autorizó la celebración de un referéndum para que el pueblo dijera si quería redactar su propia constitución. En la década de los cincuenta, la Ley de la Mordaza fue el instrumento principal para perseguir no solo a los nacionalistas por la revuelta del 1950 sino también a miles de independentistas y personas cuyo único crimen había sido participar en algún mitin o reunión donde estuvieran presente independentistas, criticar el gobierno popular o el de Estados Unidos o simplemente desplegar una bandera puertorriqueña. Bajo el manto de esta ley, junto al clima macartista que arropaba a Estados Unidos, se demonizó el ideal de la independencia. Aunque la ley fue derogada en 1957, la persecución y demonización del independentismo continuó bajo el mando de la División de Inteligencia de la Policía en colaboración con el FBI. Ese miedo irracional del independentismo sólo comenzó a disiparse a raíz de dos eventos los asesinatos en 1978 de dos independentistas en el Cerro Maravilla por la policía y las vistas senatoriales que destaparon el encubrimiento de ese crimen por el gobierno y la confirmación durante la década de los 80 de que por décadas la División de Inteligencia de la Policía y el FBI mantenían carpetas sobre toda persona que se identificaba como independentista y hasta los que sospechaban de serlo, incluyendo populares. A pesar de esto, todavía existe ese miedo, aunque en menor intensidad. Desde la década de los 50 hasta los 90, contando con los beneficios de la relación especial con Estados Unidos, el PPD insistió en que el status no está en issue y concentraron todos sus esfuerzos en continuar el proceso de desarrollo económico aprovechando las ventajas que tenía Puerto Rico a través de esa relación acceso libre al mercado estadounidense, exenciones contributivas para corporaciones estadounidenses que establecieran operaciones en la Isla, la moneda común y la ciudadanía común. Esas ventajas desaparecieron durante el curso de los pasados 20 años. Todos los pilares del ELA se fueron cayendo uno a uno. La ciudadanía, defensa y la moneda común son los únicos que quedan y, francamente, en el mundo de hoy ser ciudadano estadounidense no necesariamente le gane amigos a nadie, especialmente cuando la defensa común significa que nuestra Guardia Nacional forma parte de las tropas estadounidenses en la guerra contra Irak, guerra que ha sido denunciada por la mayoría de las naciones del mundo. En cuanto a la moneda común, el dólar ha caído en desventaja ante el euro y el yen. El resultado ha sido que hoy el PPD se encuentra dividido internamente entre los que, hasta hace poco, rehusaban tan siquiera a usar la palabra soberanía, y otra facción -los auto-denominados “autonomistas”- que ha reconocido que la actual relación política entre Puerto Rico y Estados Unidos ha llegado al fin de su utilidad y que el pueblo puertorriqueño necesita más poderes soberanos para poder echar pa´lante, aunque todavía se les doblan las rodillas cuando se le sugiere que más soberanía podría significar que las generaciones futuras de puertorriqueños podrían no ser ciudadanos estadounidenses. Esos autonomistas son los herederos de los independentistas que se quedaron dentro de las filas del PPD, calladamente promoviendo ya no la independencia sino la ampliación de poderes para el gobierno insular. Son los que Rafael Hernández Colón, en 1989, llamó las plumitas liberales. Hoy en día, están en las posiciones de mando del partido, comenzando con Aníbal Acevedo Vilá, quien en 1998 presidió la Comisión de Status que formuló una definición de status mucho más cercana a lo que es una república asociada, aunque no llegó tan lejos. Hay quienes aseguran que Acevedo Vilá ha sacado la carta de la necesidad de obtener más soberanía para justificar su denuncia de que los cargos radicados en su contra por la fiscalía federal son resultado de una persecución política debido a la investigación que ordenó al Departamento de Justicia del operativo del FBI en que mataron a Filiberto Ojeda Ríos y por el ataque de ese mismo cuerpo policial estadounidense contra periodistas en Hato Rey. Para efectos de argumentación, demos por sentado que eso sea verdad. Eso no cambia el hecho de que Acevedo Vilá viene hablando de mayores poderes para el ELA desde por lo menos 1998, al igual que otros populares que ahora se encuentran en posiciones de liderato como los legisladores Charlie Hernández, Luis Vega Ramos, Cirilo Tirado y los alcaldes William Miranda Marín (Caguas) y Carlos López (Dorado), entre otros. Los cambios que proponen son tímidos, presentados en un lenguaje confuso y contradictorio. No obstante, los pronunciamientos de estos líderes representan un cambio significativo en el discurso del PPD. Este discurso soberanista no va a desaparecer, no importa si Acevedo Vilá y el PPD gane o pierda las elecciones generales en noviembre. Lo que sí vamos a ver, tarde o temprano, es la desaparición de lo que en un momento dado describieron como lo mejor de dos mundos y una reagrupación dentro del Partido Popular en la que los elementos más conservadores van a terminar emigrando, probablemente hacia el Partido Nuevo Progresista, mientras que los que se autodenominan autonomistas se consolidan en un Partido Popular con menos poder electoral pero claramente orientado hacia la libre asociación o -si los independentistas se disponen a trabajar hacia ese fin- terminarán en el independentismo.
jueves, 31 de julio de 2008
ELA: muerte o soberanía
El Vocero Por: Juan Manuel García Passalaqcua "Si nos quitamos, se va a morir el ELA", dijo el 21 de julio de 2008 el ex-gobernador Rafael Hernández Colón. ¿Si nos quitamos quiénes, Rafael? Lo dijiste para respaldar lo dicho por el abogado de Harvard, Oxford y Washington, Rafael Cox Alomar que había dicho a su vez que "o se atempera a los nuevos tiempos y evoluciona a la luz de mayores poderes o dejará de ser y eventualmente desaparecerá". Esa muerte oteó ante la tumba de Luis Muñoz Rivera y Luis Muñoz Marín en Barranquitas en la conmemoración del Partido Popular. Con El Gran Combo, me toca a mí decirle a los populares — "ese muerto no lo cargo yo, que lo cargue el que lo mató". El nuevo grito popular de SOBERANIA O MUERTE es desesperado —y ya muy tardío. El gobernador Aníbal Acevedo Vilá pronunció un discurso el 25 de julio de 2008 que se centró en la soberanía. Primero, elogió cuatro veces la soberanía cultural y deportiva. Segundo, definió otra soberanía como "el poder último en manos del pueblo" en una nueva fórmula de Soberanía en Asociación. Y propuso un Nuevo Movimiento Patriótico hacia un ELA "robustecido" en Asociación Soberana con el vínculo de la ciudadanía estadounidense. Desapareció de su discurso la Unión Permanente. Pero la soberanía es otra cosa que la que definió el 25 de julio Aníbal. El pasado 20 de junio se cumplieron 49 años de haberle sometido yo a Luis Muñoz Marín en 1959 a solicitud suya, otra propuesta de soberanía. Leía: "El gobierno del Estado Libre Asociado será de forma republicana y constitucional y sus ramas legislativa, judicial y ejecutiva estarán igualmente subordinadas a la soberanía (así subrayada entonces) del pueblo de Puerto Rico. Todos los poderes serán ejercidos o reservados por los organismos del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, excepto aquellos que sean esenciales a una asociación con los Estados Unidos, enumerados y delegados en un pacto que se adoptará como un tratado entre los dos pueblos". Muñoz lo leyó, y conservo con enorme cariño la nota de su puño y letra que me pedía "explicar el día 23 de junio por la mañana" a Abe Fortas, Roberto Sánchez, Luis Negrón, Teodoro Moscoso y José Trías. Se la expliqué en detalle a todos ellos seis, pero el washingtoniano Abe Fortas, la vetó. Ese muerto no lo cargo yo, que lo cargue el que lo mató. Insistí cinco años después. El pasado 25 de julio se cumplieron 44 años de haberle sometido yo a Luis Muñoz Marín en 1964 (junto a otros 21 jóvenes compañeros) esta vez sin solicitud suya, otra propuesta reiterativa. Leía: "Defenderemos ante el Congreso, todas las medidas de gobierno propio que capaciten al Estado Libre Asociado para satisfacer los requisitos mínimos de la Resolución 1541 (XV) de las Naciones Unidas en su parte referente al ideal de Asociación. Nuestro compromiso de perfeccionar el Estado Libre Asociado está basado en nuestra determinación programática de someterle al pueblo de Puerto Rico lo antes posible esta alternativa". La Fundación Luis Muñoz Marín conserva mi propuesta programática con una sola nota de puño y letra de Muñoz al lado de la referencia a la 1541 (XV) que lee "ver". Se la entregué a Muñoz y la discutí extensamente con él, y estuvimos de acuerdo. Por tercera vez, tengo que decir en EL VOCERO en el 2008, que ese muerto no lo cargo yo, que lo cargue el que lo mató. La ahora presagiada muerte del ELA sería la muerte de la colonia —la descolonización. Vale la pena examinar aquí (por esa novísima razón de nueva autoconciencia popular), la invención de la descolonización. Para ayudarlos a entenderla, usaré el texto del teórico de Cornell University, Todd Shepard sobre ese término. Si se muere el ELA nos descolonizaremos. Relata Todd Shepard que la descolonización se inventó el 1ro. de mayo de 1958. Esos fueron precisamente los tiempos de mis reuniones con Luis Muñoz Marín, en ese contexto histórico. Yo acababa de llegar del Fletcher School of Law and Diplomacy donde nos amanecíamos pegados al radio de onda corta oyendo los procesos que se sucedían entre Argelia y Francia. Con ellos vine. El ELA es colonial. Si muere, comenzará nuestra descolonización política soberana. La historia que relata el profesor de Historia de la Universidad de Temple, es útil para que ustedes entiendan lo que nos está pasando. La idea de la descolonización se inventó en 1958 como una categoría histórica. La gatilló lo que se conoce como la Guerra de Argelia contra Francia. Esa guerra envolvió los dos conceptos claves para nosotros hoy: el territorio y la etnia. Ya les he dicho que el traductor –precisamente francés– en las negociaciones del Tratado de París las confundió al escoger usar la palabra maldita que escogimos hacer nuestra —el status. En Francia, en los mismos días en que yo me reunía por quince días para discutir con Luis Muñoz Marín esa misma cuestión, se inició lo que se llamó entonces "la marea de la historia" en que pueblos étnicamente distintos a sus metrópolis coloniales, comenzaron a rebelarse. La cuestión clave se centró en una sola palabra, la diferencia entre los dos pueblos. Diferencia. El 28 de setiembre de 1958 Argelia votó por una supermayoría a favor de seguir siendo parte de Francia. El 1ro. de julio de 1962 Argelia votó por una supermayoría a favor de su soberanía, distinta a la de Francia. Todo cambió en sólo cuatro (4) años. Algo así pasará aquí. La cuestión clave entonces y ahora fue y es si un pueblo étnicamente distinto quiere o puede ser parte de otro pueblo de otra etnia. Lo que prueba el texto de Shepard es que en estos casos, los sentimientos son hechos históricos (ya lo ha dicho en el récord congresional sobre nosotros el más brillante de los ex-agentes de inteligencia estadounidense). Si el 4 de noviembre, en vez de votar por la soberanía de Aníbal el pueblo vota por una petición de admisión como estado de Estados Unidos, la acción será descolonizadora. ¿Por qué? Como a los franceses, me encantará la discusión de una parecida pregunta clave: ¿Qué es ser Americano? La respuesta de ellos será que los puertorriqueños no lo somos. Por esa razón, respaldo desde ahora la discusión del 2009: soberanía sí, pero después de la muerte del ELA.
Publicadas por R@S a la/s 5:40 p. m. View Comments