Por Ricardo Rosselló, Ph.D. En la superficie hay diferencias marcadas. El es afroamericano. Ella, una mujer. Representan distintas visiones; él es liberal y progresista, ella conservadora y tradicional. Vienen de partidos opositores; él demócrata, ella republicana. El es un orador de calibre mundial, ella una comunicadora de discurso sencillo y directo. El un organizador comunitario con experiencia exclusivamente legislativa, ella una "hockey mom" con experiencia ejecutiva. La elección presidencial de este año asegura un desenlace histórico al momento de juramentar el próximo presidente de los Estados Unidos en el mes de enero. Bien ganen los demócratas o los republicanos, la nación más poderosa del mundo marcará un nuevo hito en su existencia como joven república nacida en el 1776. En los primeros días del año que viene, va a instalarse en la Casa Blanca o el primer presidente afro-americano, Barack Obama, o la primera mujer vicepresidente, Sarah Palin. Es decir, ya está prácticamente asegurado que el, o la, representante de una de las dos minorías más marginadas en la historia de los Estados Unidos finalmente llegará a ocupar uno de los dos puestos de mayor rango en el gobierno americano. La trascendencia histórica de este hecho no deja de asombrar a muchos y alegrar a tantos más. El portaestandarte de la libertad y la democracia en el mundo empieza a dar las señales de una madurez política real y muy esperada por años en la Nación y en la comunidad global. Finalmente se ve en los Estados Unidos esa apertura, esa bienvenida y disposición sincera de romper barreras de género y raza para hacer valer la voz y el voto de todos sus ciudadanos por igual. Presento esto, y entiendo que debe repetirse tantas veces como sea necesario, porque esa gran democracia americana que conocemos hoy, la que permite la participación ciudadana sin importar género, raza, nivel social ni país de procedencia, no siempre fue así. El presidente George Washington fue electo por el voto de sólo los terratenientes blancos de su época. Los trabajadores, los esclavos y las mujeres no podían votar. Luego de años de lucha, estos grupos fueron logrando representación en las urnas. Primero entraron al ruedo electoral los trabajadores blancos que no poseían propiedad. Luego, en el 1865, con su emancipación, los esclavos empezaron a votar, pero por los próximos 100 años, los distritos electorales a nivel estatal y local inventaban todo tipo de artimaña para denegarles el voto. No fue hasta el 1965, con el Acta de los Derechos Civiles firmada por el presidente Lyndon Johnson, que se hizo ilegal oficialmente la denegación del voto por motivos de raza. Y, por su parte, las mujeres americanas no lograron el sufragio hasta el 1920, hace apenas 88 años. De ahí cobra mayor relevancia el hecho de que el gobierno estadounidense vaya a cambiar de la manera tan significativa que lo hará en enero. Hace escasamente 30 años, ninguno de los dos candidatos que buscan ocupar los más altos escaños del gobierno americano hubiese podido soñar que llegaría una elección como la de este año. Y si vamos a sólo unos 50 años atrás, un candidato de Hawai (Obama) y una candidata de Alaska (Palin) tampoco hubiesen tenido oportunidad alguna en el gobierno, porque ambos territorios fueron los últimos en unirse a la Nación como estados un año después, en el 1959. Este mensaje para los puertorriqueños es poderoso: el resultado de estas elecciones habrá de resumir el espíritu de inclusión de las minorías en el proceso político, aun cuando se trata de las posiciones de mayor poder y envergadura. Este progreso político que estamos viendo hoy en el ámbito americano es muy real y positivo. Tenemos dos caras nuevas, jóvenes, con gran ímpetu, deseosas de ver a la Nación encaminada hacia un futuro próspero. Y ambos traen al ruedo público una perspectiva muy sincera de lo que significa superarse en la vida y llegar tan lejos como uno se lo proponga, sin importar el trasfondo social que uno pueda tener. Además, ambos vienen de los dos estados más nuevos de la Nación, los dos estados más distantes físicamente del continente y los dos estados con la variedad étnica, social, lingüística y climática más diversa del país. Esto implica que Washington recibirá en enero una infusión de sangre nueva, de ideas distintas, progresistas y de planes innovadores, abiertos a explorar nuevos horizontes. Para nuestra Isla, la lección histórica que estamos presenciando hoy es patente. Llevamos 110 años bajo la bandera americana y 91 años como ciudadanos de la Nación. En todo este tiempo, se nos ha hecho creer que nunca lograremos la participación ciudadana plena que nos corresponde dentro de nuestros derechos civiles como miembros de la Unión. Nos hemos encerrado en una burbuja de discriminación e inferioridad política y social casi autoinfligida, que pensamos nunca podrá romperse. Sin embargo, los hechos actuales apuntan a otra realidad. El siglo 21 se pinta prometedor, y tenemos a la mano la oportunidad dorada para lograr finalmente nuestros derechos plenos como ciudadanos de la Nación. En estos próximos cuatro años, con él, o la, representante de una de las dos minorías más marginadas en la historia de los Estados Unidos finalmente instalado(a) en la Casa Blanca, Washington viene obligado a prestar particular atención a los derechos civiles de todos sus ciudadanos, incluyendo a aquéllos en los territorios de Guam, las Islas Vírgenes y Puerto Rico —territorios que todavía hoy viven las mismas experiencias que en un momento vivieron Hawai y Alaska—. Por eso ya no podrá haber más excusas. Ya no existirá razón, premisa, ni vergüenza alguna para seguir denegando los derechos civiles a plenitud de ningún ciudadano americano que viva bajo la bandera americana. Si los puertorriqueños queremos hacer valer finalmente esa ciudadanía americana que se nos otorgó en el 1917, el momento de actuar es ahora. Llegó el momento de reclamar nuestro derecho al voto federal y a la representación plena en el gobierno que dicta nuestros destinos. Hillary Clinton, durante su histórica campaña primarista, decía que "siempre veo a padres con sus hijas pequeñas al hombro, señalándome; diciéndoles a ellas, ¿'lo ves?, si te lo propones, puedes ser lo que quieras… ¡hasta presidenta de los Estados Unidos!'". La campaña Barack Obama está utilizando un mensaje similar con niños afroamericanos. Si nos lo proponemos, si luchamos contra la injusticia de la colonia-territorial, y finalmente reclamamos nuestros derechos plenos, preveo que algún día veremos padres orgullosos con hijos nacidos en Puerto Rico diciendo lo mismo; llevándoles ese mismo mensaje de oportunidad, de inclusión y de participación plena. Por demostrar que hay oportunidad y por abrir el camino a futuras generaciones de puertorriqueños… Gracias Hillary; gracias Barack; gracias Sarah.
jueves, 18 de septiembre de 2008
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