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sábado, 12 de marzo de 2011

¿…. Y que de Jacinto?


Viernes 4 de marzo de 2011
Edwin R. Jusino | UPR Mayagüez

Mucho se habla de Antonia Martínez Lagares, quién dependiendo a quien le preguntes fue asesinada o homicidio involuntario, murió un 4 de marzo de 1970, luego que un policía le disparase, en un motín entre la Federación Universitaria Pro Independencia y la policía de Puerto Rico. Pero poco se habla del asesinato del cadete del “Reserve Officer Training Corps”, Jacinto Gutiérrez un 11 de marzo de 1971 a manos de la FUPI.

El 11 de Marzo de 1971, la FUPI incitó un motín dentro del Centro de Estudiantes del Recinto de Rio Piedras en contra de los cadetes del ROTC. Durante el motín tuvo que intervenir la Unidad de Operaciones Tácticas, ordenadas por el entonces gobernador, el Hon. Luis A. Ferré. Según los hechos, en el motín hirieron de muerte al cadete Jacinto Gutiérrez, estudiante de la UPR recinto de Rio Piedras, a mano de la FUPI. Los intentos de las autoridades de brindarle primeros auxilios al cadete fueron detenidos por francotiradores del movimiento independentista que dispararon a un helicóptero que intentaba llegar al auxilio del joven. Una ambulancia terrestre intentó socorrer al estudiante pero también, estudiantes miembros de la FUPI bloquearon el acceso a la ambulancia y le tiraron piedras a la misma.

Gutiérrez murió ahogado en su propia sangre 3 horas más tarde; también murieron ese fatídico día el comandante de la UOT Teniente Coronel Juan Birino Mercado y el Sargento Miguel Rosario Rondón. A continuación les presento un recuento mas especifico de lo ocurrido ese 11 de Marzo de 1971 de parte de un testigo que vivió lo acontecido.

“Fui testigo de la balacera que resultó en la muerte de Jacinto y la herida de bala de varios otros cadetes.


El día trágico había comenzado como de rutina, con un examen de historia militar a las 10 de la mañana. Cuando salimos del examen, nos encontramos un motín en el Centro de Estudiantes. Varios cadetes fuimos en ayuda de un grupo de estudiantes que estaban siendo agredidos por miembros y simpatizantes de la FUPI.


Para mediodía, se sentía un aire tenso, al cual estábamos acostumbrados los que habíamos sufrido la persecución de los grupos violentos en la UPR por más de un año. Corría la voz de que se estaba formando un grupo para atacar el ROTC.


Yo había ido a tomar otra clase en Estudios Generales, pero cuando salí, vi el movimiento de gente hacia el edificio del ROTC, así que corrí allá. Cuando llegué, había como treinta cadetes en el edificio, y pronto llegaron más. Al poco rato, cerramos las puertas del edificio al ver el grupo desordenado que venía, desobedeciendo órdenes del comandante del ROTC y de los oficiales a cargo. Pronto empezaron las pedradas y las molotov. Una le quemó un brazo a uno de los cadetes y otros tres o cuatro sufrieron pedradas.


Unas jóvenes simpatizadoras del ROTC, junto con un par de cadetes, se organizaron para dar primeras ayudas en uno de los salones de clases en el primer piso. Para cuando el motín llevaba una hora, había media docena de cadetes allí.


Otros dos y yo estábamos protegiendo una de las ventanas del primer piso, de las que daban en dirección al Centro de Estudiantes que desde afuera estaban tratando de romper. Al rato empezaron los disparos. Aparentemente venían de dirección del edificio de Arquitectura, aunque no podíamos ver exactamente de donde porque el edificio estaba rodeado de árboles y arbustos. Un cadete de primer año llamado Hernández recibió un disparo en el pecho y sangraba profusamente.


Gutiérrez fue uno de los que se encontraron en el techo del edificio expuestos a la balacera tratando de ayudar a los otros cadetes a salir del peligro. Recibió un disparo en el cuello. Lo llevaron al primer piso, donde su hermano estaba dando primeras ayudas. Trataron como pudieron de detener la sangre, pero no se pudo. Para entonces estábamos casi todos en el primer piso esperando a que viniera una ambulancia. La ambulancia vino cuando entró la fuerza de choque, pero eso fue casi una hora después. Para entonces, Hernández estaba escupiendo sangre y Gutiérrez estaba inmóvil, con su hermano todavía tratando desesperadamente de detener la sangre.


Había otros doce cadetes recibiendo primeros auxilios. Sacamos a los dos con heridas graves en camillas a la entrada del edificio para cuando llegara la ambulancia. Cuando vimos la fuerza de choque a la distancia, decidimos salir y formamos una línea de unos 20 cadetes en el lado del edificio contrario al Centro de Estudiantes, de donde habían venido los últimos disparos. Le hicimos frente a los amotinados, pero tuvimos que entrar corriendo al edificio porque la lluvia de pedradas fue demasiado.


Ahí fue que una bala me dio en una correa gruesa de cuero que tenía puesta, rompiéndola y dejándome una laceración que me sangró bastante. Entonces entró la fuerza de choque, los que equivocadamente empezaron con macanear a algunos cadetes que se había quedado fuera del edificio. Nos sacaron a todos de allí y nos fuimos a la Barbosa, donde estuvimos hasta bastante tarde.


Llegué a casa esa tarde como a las 6:30. No dije nada del vendaje que tenía puesto, pero mi madre se horrorizó de la sangre que tenía en la ropa. Entonces me día cuenta que estaba todo manchado con la sangre de mis compañeros heridos. No pude ir al entierro de Gutiérrez, que su familia hizo en privado. Hernández tardó mucho tiempo en recobrarse de su herida, que le había colapsado un pulmón. Todavía no me explico cómo pudo caminar hasta la ambulancia con una herida tan grave. Tuvo que darse de baja del ROTC por razones médicas. Los demás nos recobramos de las heridas, laceraciones y quemaduras. La matrícula del ROTC se redujo a menos de la mitad. Irónicamente, la fotografía que salió en el Vocero esa semana de la fuerza de choque macaneando estudiantes identificaba incorrectamente a uno de mis amigos como fupista.


Valentín R. Fernández
Estudiante y Cadete ROTC 1971
Domingo, febrero 26, 2006”

¿Por qué se nos olvidó la historia de Gutiérrez, cuyo único pecado fue el querer servir en el ejército? Gutiérrez nunca logró llegar a los 21 años de edad, y curiosamente nunca se habla de la historia de Jacinto Gutiérrez. Antonia tiene hasta una plaza en el recinto, pero al pobre Jacinto lo han dejado en el olvido; una simple cruz marca el lugar de su fallecimiento en la Avenida Barbosa.

Solamente se acusó al Sr. Humberto Pagán por los eventos del 11 de marzo de 1971. Pagán pago fianza y huyó a Cuba, y luego a Canadá. Regresó a Puerto Rico, se convirtió en abogado y nunca ha sido enjuiciado por sus acciones que ayudaron a negarles la vida a estas 3 personas. ¿Y los gritos de justicia para Jacinto? Su nombre ha sido dejado al olvido, pero es necesario recordar y poner en justa perspectiva, pues, la gente se ha ido olvidando del pasado. Y el pasado continua acechando el presente.