El Vocero Juan M. García Passalacqua 22 de enero de 2009 El martes 20 de enero, comenzó una nueva historia para los Estados Unidos de América y para nosotros. ¿Qué nos espera a los 8 millones de puertorriqueños con estos nuevos USA? Nuestra afirmación nacional. En este cuatrienio se hace viable —un Estado hispano. Las elecciones allá el 4 de noviembre de 2008 cambiaron la naturaleza de un país entero. Muchas han sido las explicaciones ofrecidas. Les relataré algunas y añadiré la mía. Los profesores Larry M. Bartels y Thomas Frank habían presagiado en dos libros lo que venía. Larry Bartels había criticado la existencia de una “democracia desigual” y Thomas Frank había presagiado “el gran azote” de la clase trabajadora contra la clase dominante estadounidense. Yo creo que lo que ocurrió el 4 de noviembre y empezó el 20 de enero, es una revolución étnica. Y es mucho más que esa lucha. Por primera vez en medio siglo, un sector poblacional antes frío se volcó en las urnas. El 61% de los votantes elegibles votaron y el 53% de ellos eligió al afroamericano Barack Obama. Ahora, entre 2009-2012 el presidente Barack Obama podría crear una nación diversa e igualitaria. Esos dos principios son de enorme importancia para los 8 millones de puertorriqueños, pues en los últimos 100 años como colonia de los otros Estados Unidos por el contrario, ni se ha reconocido nuestra diversidad ni se nos ha ofrecido la igualdad. El impedimento principal que subsiste aún ahora es que una tercera parte del electorado estadounidense está compuesto de blancos que nunca llegaron a estudiar en una universidad, y entre ellos y ellas, el voto contra Obama —contra la diversidad y la igualdad— fue de 6 a 4. En mi teoría, la cuestión que surge ahora con enorme fuerza en los nuevos USA es —el culturalismo. Los estadounidenses, que nunca se han entendido muy bien a ellos mismos, quieren creer que el triunfo del primer Presidente afroamericano que tomó posesión esta semana se debió a una protesta contra la crisis económica por la que atravesaba su nación. Otros, lo adjudican a la brillante campaña electoral de Obama utilizando al máximo los nuevos medios como el Internet. Otros, a que no hizo énfasis en su negritud. Otros, a un tránsito generacional en que el voto joven que se insertó en millones en el proceso electoral no tiene recuerdos del racismo, de Vietnam, o de Watergate. Otros, a que los estadounidenses votaron en contra de la peor administración en su historia. Ellos no entienden lo que les pasó. Se repudió la supremacía racial de los anglosajones. Todos los que he leído coinciden en que comienza una nueva era. Pero ¿cuál? La clave es que se ha reconfigurado el entendimiento cultural de los estadounidenses de ellos mismos. En adelante, los criterios culturales serán el respeto a la diversidad y la oportunidad de la igualdad. ¿Cómo y por qué ha ocurrido una transformación tan enorme? Ellos tampoco entienden. En el periódico liberal The Washington Post, dos analistas, una afroamericana y otra latina, escribieron criticando la existencia del fenómeno que yo sostengo pero con el que ellas difieren. Krissah Williams se niega a reconocer que han surgido unos Estados Unidos post-raciales porque no entiende que aunque ha ocurrido la conversión post-racial no se ha producido ni se producirá la post-etnicidad. Ella no entiende la distinción entre las dos, y cree que son la misma cosa. En contrario, yo —desde mi perspectiva como nacional puertorriqueño— debo indicar que hasta ahora la etnicidad se malentendió allá como cuestión del color de la piel, pero en adelante tendrá un contenido mucho más certero. Una etnia es una nación cultural. La lucha que se ganó en los nuevos USA no tiene carácter económico sino cultural. La clase social en Estados Unidos se define (no como Karl Marx hubiese predicho por razones económicas no) sino —culturales. En ese nuevo contexto es que se insertan en el debate nacional de ellos lo que allá se han dado por llamar “latinos”, y entre ellos nosotros los boricuas. Marie Arana, una editora peruano-americana, inicia su análisis señalando un dato clave. Los estadounidenses (asediados aún por lo que se ha llamado muy apropiadamente su “pecado original” de la esclavitud negra) no han entendido aún que su nuevo presidente Barack Obama no es un negro, sino un mulato, hijo de una blanca y un africano. El mulataje (tan nuestro y claro para nosotros los boricuas desde los tiempos de España) es un concepto ajeno al estadounidense promedio. Para los no educados allá, uno o es negro o es blanco, y nada más. No entienden nada. Arana, con la sapiencia que le da su extracción hispana, les explica correctamente que Obama no es el primer presidente negro, sino el primer presidente —bi-cultural. La distinción es clave, y coincido. Su ascenso no puede entenderse como un triunfo para los negros solamente, sino mucho más allá, como una transformación de la mentalidad nacional con enormes consecuencias y ramificaciones. Dice ella, y coincido, que nadie lo puede entender mejor que un hispano. ¿Por qué? Porque a lo que los estadounidenses llaman con su simplismo eterno “latinos” somos una mezcla de indo-europeos, africanos, árabes, asiáticos y nativos de América. Somos, en la histórica frase de Barack Obama en la campaña (sobre el perro que quiere para sus hijas) “satos como yo”. Yo lo he sabido desde que nuestro excelso autor José Luis González nos lo enseñó a todos cuando vivió, y a quien rindo homenaje hoy aquí en este momento histórico. “Latino”, explica Arana y coincido, no es una categoría racial sino étnica, y usa para definir el concepto una de nuestras frases populares más celebradas: “con mancha de plátano”. Critica los censos oficiales estadounidenses que nos han clasificado de varias maneras a través de los años, sin entendernos. Cita al autor Gregory Rodríguez sobre “el ascenso de los mestizos”, y condena que los estadounidenses siempre reduciéndonos, hayan tardado tanto en entendernos. Antier, para este viejo analista político, significó una cosa sobre todas las otras. Es si luego del triunfo del anexionismo aquí con el mismo margen de 53% de Obama y una ventaja aquí de 250,000 votos, los nuevos Estados Unidos podrán entender y admitir a un Estado hispano.
jueves, 22 de enero de 2009
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