Antonio Pérez Aponte Planificador Los que conocen la historia política de Puerto Rico saben que a pesar de la ocupación militar, el independentismo, en todas sus tendencias, llegó a ser mayoría en Puerto Rico antes de la primera mitad del siglo XX. El anexionismo, en sus variantes republicana y socialista, entonces era minoría. El Partido Popular Democrático nació de un discurso independentista con una plataforma socializante. Los copos electorales de los años cuarenta y cincuenta se explican porque el Partido Popular, con su discurso independentista y programa socialista, atrajo el voto del independentismo liberal y de los socialistas estadistas. La fórmula de Estado Libre Asociado fue la expresión salomónica que permitió lidiar con la composición encontrada de la base del Partido respecto al estatus y los intereses norteamericanos, aunque algunos populares pretendieran la solución al problema colonial. Con el surgimiento del PIP como una escisión del Partido Popular y a consecuencia de la represión que se generó luego del levantamiento nacionalista, el Partido Popular fue modificando su postura hasta que la palabra soberanía se convirtió en eufemismo de independencia. Cincuenta años después persisten los cantos de sirena. Nadie los cree, pero se escuchan. A pesar de la represión, diez años de vigencia de la Ley de la Mordaza y de 30 años de implantar el miedo en la psiquis colectiva, resurge el grito de soberanía que sobrevive en nuestra inconsciente coraza nacionalista. El discurso anexionista que transitó en minoría durante la década del 50 se alimentó de la Mordaza, hasta que en la década del 60, con loas al mantengo, se convirtió en la única oposición real al Partido Popular. Durante ese trayecto de mordaza y crecimiento estadista, hasta el presente, el péndulo del discurso popular se detuvo en el lenguaje de la unión permanente, caldo de cultivo anexionista. Al Partido Popular le ha tomado tiempo liberarse del chantaje del miedo y retomar su lenguaje. Le falta reformular su discurso para atraer a la mayoría, esa que no puede lidiar con la dicotomía del estatus y la impotencia que implica la dependencia. La división de la base popular respecto a la soberanía, el insistente cuestionamiento al carácter colonial del ELA y el apoyo electoral sistemático de un gran sector del independentismo en general, lo hace susceptible. El movimiento “pipular” socialista no es un partido ni un movimiento político organizado. Es una tendencia que el tiempo fragua en el propio seno del Partido Popular.
jueves, 28 de agosto de 2008
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