Dentro del PPD, previo a la Asamblea, afloró abiertamente una lucha ideológica entre los que están complacidos con el ELA actual y/o dispuestos a enmendar con unos parchos al ELA así como hacer expresiones de crecimiento sin movimiento. A este sector le asusta el reclamo de soberanía. En el otro lado se alinean los Populares que proponen un replanteamiento total de las relaciones políticas entre Puerto Rico y Estados Unidos. Sus demandas incluyen el reclamo de soberanía, la celebración de una asamblea constituyente y una nueva relación que la llaman indistintamente república asociada o libre asociación. En la Asamblea se abordó el tema de estatus en el discurso de Aníbal y en la resolución aprobada. Sin embargo, esta lucha ideológica no está resuelta y todavía queda un gran trecho dentro del PPD para llegar a consensos sólidos sobre el futuro de Puerto Rico. No hay duda de que el pasado domingo la prioridad de Acevedo era amarrar su liderato y lograr la unidad del partido por lo que no podía adentrarse mucho en la discusión ideológica para no poner en riesgo la unidad dentro del grupo que lo respaldaba. El debate ha de continuar a lo largo de las próximas semanas y hasta el mes de julio, en que está señalada la celebración de la Asamblea de Programa del partido, donde se esperan definiciones mucho más claras que las presentes. No obstante, a este momento tanto Aníbal como gran parte del liderato del PPD está convencido de que su crecimiento y sus posibilidades electorales están a su izquierda y el momento mandata una redefinición programática del PPD en lo relativo a estatus y a su visión económica y de justicia social. En un cambio significativo, Acevedo propone convertir al partido en un movimiento, con el propósito de darles cabida a otras tendencias políticas más allá de la que ha definido al partido hasta ahora. En los movimientos, a diferencia de los partidos, se reconocen las distintas tendencias y sólo se obliga a sus miembros a respaldar los puntos sobre los cuales se han agrupado las tendencias en el movimiento. Esta etapa de reformulación programática, visión y reorganización del PPD apenas comienza, por lo que queda mucho por aclarar y definir. En primer lugar, para los independentistas la definición que le dé el PPD al concepto de soberanía es de primordial importancia. La soberanía no es otra cosa que donde reside la última fuente de poder. En otras palabras, quién tiene o dónde reside la autoridad última en la toma de decisiones. Para los independentistas el reclamo de soberanía es para constituir la república de Puerto Rico. Para el PPD el reclamo es para otro tipo de asociación distinta a la relación actual y donde, según ellos, la intervención estadounidense en Puerto Rico quede claramente definida y sea mínima. No hay duda de que al momento hay diferencias muy marcadas entre los objetivos de Populares e independentistas en el reclamo de soberanía. Sin embargo, no se puede negar que se abre por primera vez en muchos años un espacio de diálogo y discusión entre ambos bandos. Y esto es lo verdaderamente importante luego de la Asamblea Popular para buscar una convergencia de fuerzas diversas en la descolonización de Puerto Rico. Para entrar con seriedad a ese diálogo, los Populares tienen que liberarse del miedo tradicional del que han sido víctimas de parte de las campañas anexionistas “acusándolos” de traer la independencia por la cocina. Además, tienen que ganarse una credibilidad para borrar toda duda de que su propuesta no es un mero truco electoral. Por otro lado, los independentistas tienen que deshacerse del temor y el chantaje “al qué dirán” a que han estado sometidos cada vez que se acercan a los Populares bajo acusaciones de melones y de estar “resbalando” o de “flojera” en el compromiso con la independencia. Esta campaña sistemática ha llevado al independentismo a un aislamiento que es precisamente el objetivo tanto de los federales como del sector anexionista. Valga recordar los memoriales del jefe del FBI, J. Edgar Hoover a la oficina del FBI en San Juan ordenándoles evitar la unidad de independentistas con el Partido del Pueblo y los autonomistas. Las experiencias revolucionarias a lo largo de la historia de la humanidad han sido iniciadas por alianzas de fuerzas con diferencias ideológicas marcadas, pero capaces de unirse sobre puntos muy específicos y objetivos a corto y mediano plazo. Basta mirar los últimos años de los procesos políticos en América Latina para comprobar cómo han alcanzado el poder, la unidad de diversidad de fuerzas a través de las urnas. Ahí está Brasil, Venezuela, Uruguay, Ecuador, Bolivia, Chile y en estos últimos días el fenómeno de Paraguay, que saca del poder después de 60 años al Partido Colorado. No hay duda de que queda mucho por caminar, hablar y discutir, no tan sólo dentro de las filas Populares sino dentro del propio independentismo, pero no hay duda tampoco de que se abre una brecha que puede ser aprovechada para salir del estancamiento y el tranque político de las últimas décadas y abrir un proceso descolonizador. Los independentistas existimos para hacer la independencia y cada vez que se abre un espacio para adelantar ese objetivo tenemos que aprovecharlo. Debemos reconocer que nuestra lucha está estancada hace años por lo que los llamados a seguir repitiendo nuestro discurso y darles aire a vías organizativas fracasadas es una invitación a continuar en el estancamiento. Se impone la flexibilidad, la audacia y el liberarnos de falsas concepciones de pureza para hacer una patria libre. Los independentistas jamás podremos tener como objetivo la inscripción de un partido electoral. Esa política de los últimos 40 años está fracasada y ha burocratizado a un sector del independentismo haciéndolo totalmente inoperante e irrelevante. Vamos a repensar nuestra lucha.
miércoles, 30 de abril de 2008
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